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Cascada de Lilly en Madagascar

¡Tonga soa!
Le deseamos la bienvenida a Madagascar.

Vamos a compartir con usted la visita de 5 regiones geográficas para descubrir varios aspectos de esta isla de contrastes. El Norte de varias facetas. El Oeste, región de baobabes imponentes. El Gran Sur y sus extensos espacios áridos. El Este con su clima húmedo y su vegetación frondosa. Las Altas Tierras con la capital Antananarivo y sus arrozales... Madagascar, un nombre que evoca el exotismo. Un destino que todavía está preservado del turismo de masa. Encrucijada entre Asia y África, isla rara, casi hechicera. Isla del moramora, donde a veces, el tiempo parece haberse borrado de repente e infunde una sensación de inmovilismo a una vida en la que no hay prisa. Un pueblo amable y pacífico que denomina a los extranjeros vahiny o invitados. También llamada La Isla Roja Madagascar ofrece la diversidad de una naturaleza única en el mundo, una naturaleza donde se encuentran sensaciones de espacio y libertad.

Las Altas Tierras

Llamada “Altiplanicies” de manera impropia, esta región de clima templado, situada entre 800 y 2000 metros de altitud se caracteriza por un relieve variado y bastante caótico. Mientras los arrozales ocupan los llanos inundables y los fondos de los valles, las ‘olas’ de colinas o Tampoketsa presentan una superficie denudada. Evocar un pueblo de las Altas Tierras es sinónimo de realizarlo con unas imágenes intensas y simbólicas. La vida de los habitantes, sencilla y singular, se ritma con las estaciones y las labores del campo. El arroz es el alimento dominante de la vida diaria de cada Malgache. En las Altas Tierras su cultivo es omnipresente y da forma a sus paisajes de colores tornasolados y verdosos. La época de la siega se ilustra por escenas que se hunden en un mundo rural auténtico e insospechado. Aquí las tradiciones todavía están preservadas. Se repiten los ademanes de una generación tras otra desde hace milenarios y sin embargo constituyen la felicidad sencilla de los habitantes de este campo ignorado por el progreso. El origen complejo del pueblo malgache creó costumbres diversas y particulares. El país comunica el mismo lenguaje y la creencia en el poder de los difuntos está difundida por toda la isla. En las Altas Tierras, el famadihana (literalmente : vuelta de los difuntos) o exhumación se practica todavía de manera general. Los vivos se deben de honrar a sus antepasados. Por eso cada difunto necesita que se le reanime simbólicamente con la presencia de los descendientes quienes se encargan de revestirle con una nueva mortaja. En principio, esta ceremonia festiva acontece muchos años después del fallecimiento. El Mpanandro o astrólogo determina el día y la hora. Uno o varios grupos de músicos, los mpihira gasy animan esta fiesta que puede durar algunos días.

El Norte

La provincia de Diego-Suárez es la última comarca de Madagascar hacia el Norte. Esta costa plural y singular llena de historias y costumbres preserva una naturaleza grandiosa, riquezas culturales y hace perdurar sus tradiciones. Tantas expresiones particulares que hacen descubrir a los visitantes el alma del país de los Antakarana, pueblo de una hospitalidad legendaria. Cuando se evoca a Diego Suárez, uno piensa en sus costas diversas, en este encuentro entre dos mares, el Océano Índico y el Canal del Mozambique, y en una de las bahías más bellas del mundo. Gracias a los alisios y sus microclimas variados, esta provincia encierra tesoros que sólo revelará a los enamorados de la naturaleza y de la cultura, en busca del silencio, de la autenticidad, del descubrimiento y de la inmensidad.

Nosy Be o el encuentro con el mar que se ofrece a nuestra vista como una alfombra de luz y de aventuras. Con sus cocoteros inclinados hacia el mar, sus playas, sus piragüeros indolentes, sus lagos, sus flores da cafetos y de ilang ilang , la sombra ligera de las selvas, se necesita una canción para descubrir el encanto delicado de Nosy Be. Estamos en las fronteras de lo irreal con las innumerables estrellas de un cielo límpido, el son sedoso del océano y los perfumes suaves de la Gran Tierra. Unas veinte islas nos ofrecen escapadas y navegación entre el archipiélago de los Mitsio al Norte y el de los Radama al Sur. Un mundo de arena blanca, amarilla, roja o negra, de colinas amarilleadas y colinas verdosas, cocoteros, ríos, torrentes y ciénagas, lagunas, piraguas con balancín.

Es un viaje por el tiempo que nos ofrece el Norte de Madagascar : hundirnos en un mundo seco o verdoso, quieto o animado, en donde el culto de los antepasados está en contacto permanente con la vida diaria de los vivos, con la realidad. Se sale de él como de un libro, de comunión con “una naturaleza que es sonrisa”, el alma y el cuerpo reconciliados.

El Oeste

Es el país de las vastas sabanas herbosas, poco pobladas y dominadas por especies vegetales –tales como las palmeras Satrana de hojas anchas en abanico- que resisten a los repetidos fuegos de maleza, y selvas claras y secas de las que se destacan los imponentes baobabes.

Según las leyendas, cuando Zanahary (“El Creador”) estaba acabando de crear los vegetales, terminó su obra por un ejemplar majestuoso que hubiera sido el ascendiente del baobab. Éste se volvió muy arrogante y para hacerle volver más humilde, Zanahary le arrancó de tierra y le replantó al revés. De su soberbio, habrá guardado el tronco abultado, y en adelante se prolonga hacia el cielo por las raíces.

Si África cuenta una sola especie de baobab, se enumeran siete especies en la parte Oeste de Madagascar. Pero el Oeste es también sus ríos anchos cargados de laterita, y sus costas paradisíacas bordeadas de lagunas inmensas.

Majunga, 34°C a la sombra. La llamamos La Ciudad de las Flores. La sombra es escasa, la ciudad acogedora. Un pueblo cosmopolita vive en ella en buena inteligencia y eso refleja muy bien el espíritu del fihavanana o convivencia malgache. Situada en la desembocadura del río Betsiboka a orillas de la bahía de Bombetoka, Majunga está al centro de un “crisol” de influencias africanas y orientales, gracias a vínculos comerciales mantenidos desde hace muchos siglos y una situación geográfica que la orienta hacia la costa africana, las Islas Comores y el Oriente.

El Sur

Relieve de macizos ruiniformas, espacios extensos que se abren a un mundo fuera del tiempo, tierras áridas y misteriosas, selva insólita de vegetación de espinosos, poblaciones de costumbres preservadas, … El rigor del Sur malgache no excluye una riqueza natural y humana excepcional. El contacto con su pueblo enseña los valores esenciales de la vida como lo es la importancia del agua para la supervivencia. Como lo recuerda este dicho Antandroy : “El agua es tan preciosa que no merece la pena derramar una sola lágrima”. El Gran Sur es volver a encontrar esas emociones llenas de autenticidad y también esos centenares de kilómetros recorridos en pistas enarenadas o de laterita ; esos pueblos aislados de toda civilización moderna, perdidos en medio de una naturaleza única en la que el tiempo se ha inmovilizado.

El Este

La costa oriental de la Gran Isla y su vegetación frondosa entusiasmarán tanto al naturalista como al simple visitante. Empujado por los alisios cargados de perfumes marinos y olores de especias, el hombre vuelve a descubrir en esta naturaleza tropical un sabor anticipado del paraíso.

Sainte-Marie, antiguamente guarida de piratas, es una isla donde la naturaleza generosa nos ofrece todavía una visión de lo que podría ser el paraíso. Sabrá hechizarle durante su estancia que va a encontrar demasiado corta. Aquí el tiempo tiene otra dimensión, influenciado por el moramora, donde la calma de la vida nos aleja de los apremios del mundo moderno. Todo es paz y tranquilidad. Por sus varias playas salvajes, de una belleza rara y frecuentadas de manera muy escasa, Sainte-Marie constituye un sitio ideal para bañarse y volver a sus raíces profundas.


la ciudad de Antananarivo en madagascar
El pan de azúcar Diego Suarez en Madagascar
Nosy Be en Madagascar
Los baobabs de Morondava en Madagascar